lunes, 27 de octubre de 2008

ENTREVISTA


Las cuerdas de una guitarra que ya no sonaron más

Un hombre provinciano que fue cociendo su vida por toda Colombia, apunta de música es y será el eco del talento nariñense.
Hace mucho tiempo vivía en Tuquerres - Nariño un zapatero enfermizo y pobre llamado Juan Rosero. Era uno de los pocos remendones de aquel entonces que tenía el pueblo. Puesto que cuando no estaba dale que dale a la aguja, a la lezna y el martillo, se encerraba a leer, pero con frecuencia se dedicaba a la bebida. Este hombre se casó con una lavandera varios años mayor que él y vivían como podían en una pequeña habitación que también les servía de taller y de cocina. Juan tenía 24 años, cuando durante una fría noche de primavera de 1950, su mujer lo convirtió en padre al dar a luz a un varón.

Aquellos padres estaban felices, pero se preocupaban pues no sabían como sostener al pequeño Fernando Carlos Rosero, pues así lo bautizo el párroco del pueblo. Fernando vivió una infancia de pobreza y abandono. Durante sus primeros años sólo conoció al taller de su padre, pero se escapaba de allí a través de su talento para divertirse. Ya que trataba de tocar la guitarra de su padre, produciendo sonidos que muchas veces se acoplaban a su voz y a la voz de su madre en un solo canto. Así, Fernando envuelto en los ecos de la música, olvidaba la pobreza y las privaciones. Pero fue en 1962 cuando la cosa se puso más dura, pues es el año en el que su padre muere, vencido por la enfermedad, la pobreza y el alcohol. Año en el que Fernando se retira de la escuela.

Más tarde en 1966 su madre Inés María Días se vuelve a casar. Un cambio y una decisión que produjeron en Fernando el temor de pensar que su padrastro fuera un hombre cruel. Un imaginario que sus 16 años lo llevo a tomar la determinación de irse para San Juan de Pasto. Cuando llego a la capital nariñense, el joven se pregunto de qué iba vivir. Como la miseria lo había vuelto recursivo, decidió convertirse en un cantante – músico – mesero en el “Café Palatino” de la ciudad, pero su deficiente experiencia lo llevo a ser rechazado. Condolido por su situación el músico Marino Martínez creador del “Trío los Románticos” importante grupo musical creador del bolero que los inmortalizo llamado “Locura Mía” que hoy reside en Cali, le ayudo admitiéndolo a ensayar en el grupo adonde no era fácil entrar. Sin embargo, el muchacho era perezoso para ensayar, lo cual enojo mucho a don Marino, quien no quiso volver a saber nada de él. Pero aquel joven tenia suerte, pues le cayó muy bien a don Tito Coral director del “Trío Singular”. Fue una amistad o apadrinamiento que condujo a Fernando Rosero a formarse, pulirse y convertirse en un músico. Un artista que tubo que recorrer un camino en el que aparte de aprender todo respecto a música, le toco trabajar de cocinero, mesero y mensajero.

Un joven provinciano que aprendió a cantarle a la vida nocturna, a llevarle el ritmo (paciente) a quienes los contrataban, a tocar las cuerdas con más de un trago en la cabeza y a encontrar el amor, en una mujer pastusa llamada Gloria Cerón. Un ser que le hizo escuchar su realidad, que le canto su amor paciente y le dedicó la mejor canción titulada Margarita, quien es su hija o mejor la razón de su vida. Con todo ello llego un momento en su existencia en el que sintió miedo de todo, pero era a la vez valor de no abandonar sus notas humanas, ya sea por lo que había conseguido, por su familia y por aquel ser que le había brindado su mano, su ayuda, en pocas palabras su formación.

Así que tras reflexionar una y otra vez llego a la conclusión de que necesitaba ver a doña Inés María. Un reencuentro que después de 5 años fue la primer y última serenata que le marco su vida, pues había mucho para contar y por su puesto presentar a su a otra familia, también por la necesidad de volver a sentir, regresar a la cuna de su vida y volver a tener y definitivamente deprenderse de su madre, ya que ella se despedía victima de cáncer de huesos al ver a Fernando hecho un hombre, un padre y un músico,
Aquel episodio fue un golpe que moralmente lo dejo sin aire para cantar, pero que con la distancia logro superar. Ya que al poco tiempo de regresar a Pasto, don Tito Coral le manifestó que a partir de ese momento el grupo se convertía en un “trío nómada” que recorrería todo el país. Fue una travesía musical y de vida de 18 años, en los cuales el trío interpretaba música de los “Panchos” “Los Antares”… se compartió escenario con tríos como, “Trío Marfil” de Bogotá, “Los Emperadores” “Trío Martino” y muchos más. Interactuó con personajes como, Edy Martínez músico nariñense pianista, arreglista, compositor y productor, el compositor Luis “Chato” Guerrero autor de “Agualongo” Maco Aurelio Alvares impulsor de los encuentros de tríos a nivel nacional y así toda una serie de personajes habidos y por haber resultaron en el camino de Fernando.

Fueron años en los poco o nada miraba a su familia, razón por la cual decidió renunciar al “Trío Singular” y regresar al pentagrama de su familia. Este cambio o giro en su vida significaba volver a comenzar de cero, pues como en sus inicios no encontró de inmediato trabajo alguno, pero con esa suerte que siempre lo acompaño se tropezó con Carlos García y Manuel Rodríguez músicos que se reunían desde las 7 de la noche hasta las 3 de la mañana en el restaurante “Bochica” esperando algún cliente que los requiriera par interpretar una serenata.
Así Fernando Rosero inicio una nueva etapa en su vida. Fueron 12 años en los que ya no andaba de escenario en escenario, ni de ciudad en ciudad, ni conociendo personajes públicos, sino que ahora se mantenía en un sólo sitio aguantando frio, lluvia y hasta los peligros de la noche, pues en una ocasión casi les roban las guitarras. Con respecto al presupuesto antes cada presentación le dejaba a Fernando más de 120.000 pesos, ahora recibía 40.000 pesos o menos.


De esta manera llego a sus 51 años, en los que su voz ya no dio más, puesto que presentaba problemas en las cuerdas bucales, que tendían a un cáncer o una disfonía de por vida. Así que al llegar el año 2001 se retiro y finalizo la última serenata a su vida, para laborar no con la aguja, ni la lezna, ni el martillo como lo hizo su padre, pero si en la comercialización de calzado por todo el departamento de Nariño junto a Alberto Cerón su cuñado.

No hay comentarios: